Mis manos están heladas, y sigo escuchando voces artificiales.
Encontrando formas de asesinar al tiempo mientras mi cuerpo me pide descanso.
Ya violentar al cuerpo y la mente es ubicuo.
He perdido el ritmo de la vida y me escondo bajo las sabanas de lo artificial.
Realidades fantasiosas, individuos en busca de un banal reconocimiento.
Y yo aquí romantizando sus vanos ideales en esta noche lúgubre.
Estar consciente del putrefacto ego que emanan, me carcome el alma.
A las tres de la mañana.
El grito escalofriante del alma no conmueve mis bajos instintos.
Continuamente navego por el paraíso de lo insignificante.
Miento, reniego y sufro en estas cuatro paredes.
Llegara algún día el momento de despertar.
No lo sé, pero por ahora juntare mis pestanas.
A las tres de la mañana.
Redactado por
Cosmos.